Esta mañana, mientras desayunaba,
la radio me ha dicho que somos todos gilipollas. Así, a cara de perro. Sin esperar
a que me terminara el café, ni me diera una ducha. Me lo ha soltado sin ningún
tipo de preámbulo y me ha pillado desprevenido. En pijama y pelo almohada. Ha
sido violento. Cuando he querido reaccionar ya era tarde por lo que he tenido
que esperar al siguiente boletín horario para pedir explicaciones.
Según parece
– ha matizado la radio una hora más tarde – un grupo de científicos de varias
universidades europeas creen haber demostrado que somos más idiotas que hace
dos siglos. Si queréis gastaros 24 eurazos por que unos señores con bata os
llamen lo que os llamaría gratis cualquier usuario del metro al que propinarais
una colleja a traición, podéis hacerlo aquí. Si preferís ahorraros la pasta,
podéis leer este micro artículo de Muy interesante (Qué pretende el editor de Muy interesante haciéndose eco de este tipo de
noticias, lo desconozco. Se me escapa. Lo que sí sé es que a mí, personalmente,
no me parece muy interesante que me insulten de esa manera. Ni siquiera
relativamente interesante.) Si, por el contrario, os da pereza andar de aquí
para allá con el internet, os hago un resumen: Somos más lerdos que los alegres
amantes de las enaguas de la época victoriana, se nos está echando a perder la
inteligencia y nuestro coeficiente intelectual apenas nos permite caminar a la
vez que mascamos chicle. Ese es el drama. Vivíamos engañados, creyéndonos lo supermás.
Convencidos de que era suficiente con encargar a la amniocentesis el trabajo
sucio de acabar con los tontos de baba cuando lo cierto es que nos estamos
igualando todos, por debajo.
Este grupo de investigadores ha logrado publicar sus conclusiones sobre lo
idiotas que somos en una prestigiosa revista de Psicología y para ello han
tenido que encerrarse en sus departamentos, interconectados entre ellos y
rodeados de estudios, datos y cosas de investigador encerrado en su
departamento. Sí, bueno. No cabe duda de que es una forma de lograrlo, pero
existe una manera aún más sencilla de llegar a la misma conclusión: Echarse a
la calle.
Pero, entonces, ¿hay esperanza
para la raza humana o, en sólo unas pocas generaciones, se perderá para siempre
la única civilización del universo que encuentra cuco vestir a animales como personas? Pues según los científicos –
y cualquiera con ojos en la cara y gusto por utilizarlos más allá de la
pantalla de su móvil – ni de coña. El mayor problema reside en que las personas
más inteligentes tienen menos hijos, mientras que las de genética tirando a
cochambrosa tienen más. La cruda realidad está cada vez más poco hecha. Hijos
vuelta y vuelta. Hijos al punto. Difícil decisión: Si tienes hijos, salen
lerdos. Si no tienes, no salen. Desdentada o no, la humanidad se acaba.
Los Agag Aznar. 4 hijos, a día de hoy. Póquer de imbecilidad. |
La conclusión de este estudio parece ser: Lo inteligente
es no tener hijos. Una conclusión sencilla y obvia; tanto que os llevo mucha ventaja,
barandas en bata. Eso es algo que sé desde hace cinco años. Exactamente desde que nació mi
hijo mayor.
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