jueves

Aquí estoy porque he venido

Carlo Padial buen amigo, mejor guasón y persona que atraviesa los marcos de las puertas de lado para dejar paso a su neurosis, me dice siempre que nos vemos que debería mejorar mi presencia en internet. Escribir en algún sitio, cuidar más mi Twitter, arrimarme a la ciberpeñuqui y cosas así. Probablemente tenga razón, pero pasé un par de años escribiendo a diario en la web de El Jueves y, viendo las reacciones de su magna audiencia, ya me conozco el matute. Internet es un gran concurso de tontos de baba con opiniones sobre todo y, lo que es peor aún, ADSL para compartirlas.
Así que, dispuesto a proveerme de una excusa fresca, me dispongo a googlearme un rato, practicando la metafísica 2.0 de buscarme a mí mismo en internet, como paso previo a decidir que ya están bien las cosas tal y como están y poder continuar dedicándome a mi verdadera afición: pasear e ir rellenando de orina los alcorques de los árboles como el buen perro que espero llegar a ser algún día. La búsqueda es sencilla y esto es lo que encuentro y lo que tú mismo, querido lector, podrás encontrar si te tomas la molestia de hacerlo:



No está mal, soy el quinto resultado cuando me busco a mí mismo.

Dejando de lado el intrusismo del segundo resultado  – un enigmático Alberto Cortes, ilustrado por un frame de Youtube en el que un niño y su perro parecen rivalizar sobre cual de los dos ha comido más moscas a lo largo de su vida – todo es Alberto Cortez. Soy el quinto resultado cuando me busco a mí mismo, lo que probablemente acabará convirtiéndome en carne de psicoanálisis hasta mucho después de haber muerto. La humillación está ahí. Trato de descifrar por qué. El mecanismo es sencillo. El algoritmo de Google da por sentado que, como usuario, soy un idiota – no le culpo, yo también suelo pensar eso de los desconocidos, al menos hasta que dejan de serlo y puedo confirmarlo – y, suponiendo que no sé teclear, me muestra los resultados de lo que realmente quiero encontrar, aunque yo ni siquiera sea consciente de ello. No le culpo, de hecho creo entenderle así que tecleo Alberto Cortez en el buscador esperando, por fin,  encontrarme a mí mismo. Pero qué va. No sólo no aparezco en el primer resultado si no que DESAPAREZCO. Aproximadamente 2.990.000 resultados – (0,30 segundos) – y ni una sola mención a mi persona. ¿Es esta tu democratización de la información? ¿Dónde está la reciprocidad?  ¿Por qué me ninguneas así? Quiero decir; de qué coño vas, motor de búsqueda. Exijo que cuando Alberto Cortez se busque a sí mismo me encuentre a mí. Y no pienso parar hasta conseguirlo. Aquí estoy porque he venido y pienso quedarme.
Mírame bien, Alberto Cortez. Soy Alberto Cotes y estoy aquí para quedarme.

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